lunes, 5 de septiembre de 2011

I wish I was the moon, tonight

Hay esos momentos en los que todo parece acomodarse por sí solo, como si por fin las piezas del rompecabezas empezaran a encajar de alguna forma inesperada. Así me siento ultimamente.
Estos últimos días tuve la oportunidad de verme con otros ojos, con los ojos del afecto y del amor. Con los ojos del crecimiento. Me vi y vi a quien alguna vez fui, a esa niña asustada que no sabía por donde caminar. Nunca he tenido tanto miedo y nunca he sido tan bendecida. Ahora me siento como si la vida me pusiera en un nuevo camino, uno en el cual tengo la oportunidad de hacer por otros lo que alguna vez alguien hizo por mi: estar ahí. Dificilmente podré olvidar a aquellos que me sostuvieron cuando me sentí debil, que me apoyaron cuando me pensé sola y que me quisieron cuando yo misma me había olvidado de mi. Estaré eternamente agradecida con todos ellos y cada vez que tengo la oportunidad de ayudar a otros siento que es mi manera de regresar al universo lo recibido.
La semana pasada estaba en un humor bastante melacólico. No dejaba de pensar en tantas posibilidades que no serían, en todos los caminos que se habían cerrado hace tiempo y en los últimos días. Tiene que ver con la belleza de ser dueño de uno mismo: a veces quisieras que alguien más tomara las decisiones difíciles pero al final sólo tú puedes hacerlo. Ser libre, libre para elegir, para cambiar, para moverte, también significa ser libre para encerrarte, para dañarte, para quedarte quieto. Es tal vez la sensación más compleja y hermosa del mundo: puedo hacer lo que quiera, pero primero necesito saber que es lo que quiero para poder hacerlo y después ser responsable de esa decisión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario