martes, 29 de mayo de 2012

Chicas en bicicleta

Seguro las han visto. En mi ciudad son muchas, últimamente. Desde que andar en bicicleta se puso de moda, junto con ser vegetariano/orgánico y usar gafas.
Son especiales. No hablo de cualquier chica que se sube a una bicicleta, no. Hablo de esas que son finas y delicadas, que se suben a la bici usando falda y sandalias, o shorts y botines. Traen algún bolso cruzado en el pecho, probablemente hecho por algún artesano/amigo. Son vegetarianas o por lo menos lo intentan. Discuten de política, y se consideran de la izquierda revolucionaria aunque no entienden muy bien lo que una revolución significa y sus zapatos cuestan lo que algunos obreros ganan en una semana o más. Todas ellas me impresionan y debo admitir que las admiro. Admiro su capacidad para moverse por las calles como si nada las incomodara, su apariencia de ninfas salidas del asfalto.
Me imagino que para una chica en bicicleta enamorarse es cosa fácil, pero sobre todo lo es que se enamoren de ella. En mi mente, que en una de esas la realidad es bien diferente y no se trata aquí de golpear susceptibilidades, una chica así es el sueño de muchos hombres. Les permite sentirse protectores, provedores y seguir con la ilusión de que son muy modernos y progresistas.  Son bonitas, y por lo tanto, presentables.
Yo no soy una de ellas. No se andar en bicicleta y aunque a veces digo que quisiera aprender, honestamente, no creo que lo haga algún día. Muy probablemente me seguiré moviendo sobre mis dos pies, con mis audífonos puestos, tratando de sobrevivir a los automovilistas y a otros transeúntes. Me muevo con la pesadez de los pasos andados y, según el ánimo o la necesidad, camino lento o despacio. Mis zapatos se desgastan de las suelas y caminar en chanclas nunca ha sido comodo, ni en la playa. Casi no uso faldas y no tengo ningún short en mi closet. Creo que tengo unas horribles bermudas que una vez me regaló mi mamá y que sospecho en realidad es un traje de baño para hombre. E incluso eso, probablemente, ya terminó sus días en casa de alguien más como parte de mi limpieza de fin de año.
Soy una mujer fuerte, física y emocionalmente. No recuerdo que el adjetivo "delicada" haya sido utilizada junto a mi nombre alguna vez. Talvez alguna vez, algún idiota poco observador considero llamarme "frágil" hasta que entendió que lo único que tengo frágil es el corazón y ese ya se recupera rápido. Tampoco creo que alguien podría llamarme fina... podría ser descrita como "terrenal" (todavía nadie me llama así pero se acepta como opción a futuro). Tengo curvas para matar a alguien si fuera carretera. No soy vegetariana, aunque si me como las verduras, incluido el brocoli y el betabel (que no sé porque no le gustan a la gente). Como carne y pastas y arroz y pan y pescado. Y honestamente no me fijo si la gallina que dejaron sin huevos esta alimentada con que o vive como.

No, no soy una chica en bicicleta. Soy una chica que camina.

lunes, 14 de mayo de 2012

La escritura o la vida.
La escritura como vida.

Me siento cansada últimamente. Cansada de todo. Lo sé, hay ese momento en la vida, cuando el cansancio te alcanza y te cobra las deudas. Cuando tu cuerpo daría lo que fuera por quedarse en cama muchas horas recuperando el sueño perdido. Así me siento ahora, no sólo  hoy, sino en estos últimos días.
Estoy tan cansada que la parte de mi que menos me gusta se levanta conmigo en las mañanas. Es difícil dejarla en casa y a veces me acompaña durante el día. Es una de mis tantas voces interiores, la más destructiva tal vez y la más difícil de abandonar. Se llama igual que yo, tiene el mismo color de cabello, los mismos ojos, el mismo cuerpo. Pero sus pensamientos son tan negros y obscuros que dan miedo. Cuando se ve al espejo, cuando me ve al espejo, no tiene una sola palabra amable y su amargura es palpable. No creo ser la única mujer que tiene esta personalidad alterna, tal vez soy de las pocas que la reconoce como parte de su ser y de su vida. Lo que nadie sabe de mi es que por temporadas, ella ha tomado las riendas y me ha sido muy difícil recuperarlas. A veces, y hoy es una de esas veces, se levanta conmigo, se despierta conmigo, se baña conmigo y cuando menos me doy cuenta viaja conmigo al trabajo y a mi vida diaria.
Ella es la voz en mi cabeza que dice "Eso no te queda" o "Te vez muy mal con esa ropa" o "Sólo a ti se te ocurre usar ese color". Y esas son las más tranquilas y amables, pero cuando anda filosa, y últimamente trae el filo de una espada nueva, dice cosas como "Claro que nada va a pasar ¿cómo piensas que él se va a fijar en ti?", "seguro la elije a ella, es mucho más bonita-guapa-inteligente-delgada-agradable-madura que tú" y la mejor "¿Quién te dijo que te mereces ser amada? Tú no tienes a nadie y nadie quiere contar contigo para nada".

Quien dijo que las palabras son más hirientes que las armas tenía la boca repleta de razón. Y las peores son aquellas que uno  se dice a sí mismo.


Esta es mi lucha, mi guerra diaria. A veces la gano y durante días y semanas soy dueña de mis pensamientos y acciones. Pero siempre hay ese instante en el que cierta tristeza, desencanto incluso me gana y me tira por minutos, horas, días e incluso semanas. La lucha contra los pensamientos negativos es constante y me queda claro que esta perdida si bajo la guardia y los dejo tomar el control.