miércoles, 28 de agosto de 2013

Cambio ¿de look?

La semana pasada tome una decisión: me corte el cabello.

No fue un corte ahí cualquiera, ni un despunte. Fue un corte absoluto. Llevo cuatro días con un corte tipo gamine o pixie o como le quieran decir. Lo sé, no hay nada maravilloso respecto a un corte de cabello, excepto que pareciera darle al resto del mundo permiso para comentar al respecto.

Ha sido extraño como el hecho de cortarme el cabello le da permiso a las personas de preguntarme algo. Los comentarios van desde el "¿Te cortaste el cabello?" (que me genera la respuesta de "No ¿en serio?" en mi interior) hasta comentarios respecto a como la forma de mi cara, mi tipo de cabello o un no-sé-que-que-sé-yo que me hace ver muy bien con este corte. Gente que normalmente no me saluda ni me dirige la palabra se siente con el derecho (¿o la obligación?) de comentar lo bien que me va mi nuevo corte de cabello. También están los comentarios de "¿cómo pudiste?" y el "¡qué valor tienes para hacer un cambio así!" provenientes de todo tipo de gente, desde mi vecina, la chica del piso de arriba o la del café al que voy en las mañanas.

¿Me volví más amigable con el corte de cabello o será que nos sentimos con el derecho de comentar sobre la vida de otros cuando hacen algún cambio importante?
En otra dimensión pero dentro del mismo tema, me recuerda a cuando mi hermana se casó. Después de casarse lo primero que la gente le preguntaba era ¿Para cuándo los hijos? Como si uno sólo se casara para procrear. Pero además no sólo lo preguntaban amigos o familiares, también conocidos, compañeros de trabajo, amigos de amigos. Parecía que el casarse le hubiera dado permiso a la gente a preguntar sobre algo íntimo, personal y que no les importa en lo más mínimo. Igual que con mi cabello, una decisión de vida se convierte de pronto y sin avisar en un asunto público y de interes general. 

Pero además hay otra cosa que me ha sucedido con el corte de cabello: la cantidad de comentarios "positivos", halagadores incluso, pero dichos siempre con una pequeña duda detrás de las palabras. El miedo que genera el cambio, ya sea en nosotros mismos o en los otros. Vuelvo a que el corte de cabello no es el tema, el tema es que cualquier cambio abrupto genera una reacción. ¿Han escuchado hablar a sus compañeros de trabajo cuando alguien más renuncia o consigue un mejor trabajo? Siempre es un "me da mucho gusto por x, pero nos va a extrañar" o "pues ojalá le vaya bien porque según escuché..." y así. Comentarios de gusto bañados en miedo y en la esperanza de que el que se va, el que cambia, no le vaya bien, no porque le deseen mal, sino porque así se sentirán redituados en su aversión al cambio. Es una especie de "ves, por eso yo no me muevo, porque si te mueves te va así". Por eso no nos cambiamos de casa, o de trabajo, o de puesto. Por eso nos cortamos el cabello de la misma manera durante años. Por eso mantenemos los mismos hábitos aunque nos sean perjudiciales. Porque cuando el otro realiza algún cambio, especialmente un cambio obvio, importante o no, es un recordatorio de todo lo que sigue estático dentro de uno.

Esto me sirve de recordatorio para que la próxima vez que alguien cercano a mi haga algo drástico y definitivo con su vida no caer en las preguntas obvias ni en los comentarios fuera de lugar. También me recuerda que el cambio, por pequeño que sea debe traer más cambio detrás. De otra manera  se vuelve una anécdota más. 

lunes, 19 de agosto de 2013

Carta

Te escribo aquí porque sé que no lo leeras pero necesito escribirte como si en ello se me fuera la vida. Necesito decir las cosas que me callo, las que guardo en mi garganta y que después me la cierran dejándome en silencio.

No sé qué sucedió. En verdad que no. Sé que compartimos un instante de comunión. Fue agradable y despertó en mi sensaciones y pensamientos que tenía olvidados. Me ayudaste a recordar que dentro de mi hay alguien vivo, una mujer capaz de sentir pasión, deseo... ¿amor? No, no todavía. Para ese momento lo más que podría decir que sentía era cariño y no me diste oportunidad de sentir más de eso. Me cerraste la puerta en las narices y me dejaste esperando por la promesa de algo más. Trate de darte espacio, de entender y me quedé callada. Tal vez ese fue mi error, el silencio, como si no fuera importante que de un día al otro cambiaras de actitud conmigo y en un momento me encontrara ante la nada y sin respuestas.

Admito que no supe qué preguntarte ni cómo hacerlo. Las preguntas que se me ocurrían iban por la línea de ¿Por qué cambiaste de opinión? ¿Cambiaste de opinión? ¿Hice algo que te molestara o te diste cuenta de momento que yo no era la persona "correcta"? ¿Por qué no te quedaste callado y dejaste las cosas como estaban? ¿Para qué abrir algo si después lo vas a dejar con la puerta entreabierta?... Así por el estilo y sin embargo no me atreví a preguntar cuando pude. Sospecho que ahora ya es muy tarde. Muy, muy tarde.

Entre más le doy vueltas en mi cabeza (y sí, le doy muchas vueltas a las cosas) más me digo que no hice nada mal, que fui lo más correcta posible y que traté de jugar el juego según las reglas. Después me doy cuenta de que en realidad yo estaba jugando sin saber las reglas, así es muy posible que halla cometido una falta sin darme cuenta. No importa. He seguido siendo igual contigo, a pesar de todo. He seguido estando ahí y he tratado de no cambiar mi comportamiento. Tu has cambiado y lo sé. Tu has dejado de ser amable y afectuoso. Tu has cambiado el tono y los pasos del baile. Yo me dejo guiar porque, honestamente, no sé que diablos está sucediendo.

Supongo que todo esto es para decir que el peor error que cometí fue no hablar, no decir nada y no preguntar. Ahora se quedaran los residuos de mis dudas por ahí hasta que llegue alguien más y yo pueda olvidar que alguna vez tuve ganas de preguntarte algo. Hay una parte de mi mente que sospecha que tu insistencia en omitir el episodio y al mismo tiempo no cerrar las cosas de forma definitiva es una manera de dejar una puerta abierta, a lo mejor no una puerta, sólo una ventana, no lo sé. El asunto es, yo, en mi manera absoluta de ver el mundo, pienso en la puerta, y esta historia, como algo cerrado, con llave y cerrojo. Yo le pongo punto final a algo incompleto porque no tiene sentido dejarlo en suspenso. Si mis sospechas son ciertas y como lo dicta la experiencia habrá un segundo round que sea desde cero y habiendo aprendido algo.

Termino esta carta diciendo que te extraño. Extraño tus mensajes y tu mirada. Extraño tus besos hambrientos y tus manos que buscaban algo sin encontrarlo. Extraño platicar contigo como si fueramos amigos de toda la vida y como si pudiera contarte mis secretos más íntimos y personales. Ojalá tu sepas que sucedió y entiendas tus por qués. Yo sólo sé, como Sócrates, que no sé nada y por lo tanto todavía puedo aprender.

viernes, 2 de agosto de 2013

Cosas que traigo en mi cabeza

¿Para quién escribo?

Para mi y para quien se decida a darse una vuelta por aquí.

Escribo para entenderme y explicarme cosas. Escribo para desenmarañar lo que sucede en mi cabeza, todos esos pensamientos que a veces parecen llevarme al abismo. Escribo para tratar de enteder el mundo que me rodea y para saber quien soy un poco mejor. Pero, a veces, ni siquiera escribiendo una novela podría escribir todo lo que sucede.

Mi país se esta destruyendo a sí mismo una persona a la vez. Trabajo en una industria que cada vez tiene más problemas para crecer y conectarse con su mercado. El dinero alcanza para menos cosas. Enfermarse es un lujo y morirse está casi prohibido. Aún así mi mayor preocupación es si recibiré el mensaje que espero o si volvere a ver a una persona. En este instante estoy toda ansiosa porque volvere a ver a mis mejores amigas después de un par de meses alejadas una de la otra.

Al final del día todo se resume a eso: las relaciones humanas, aquellas que se forman entre una persona y otra, su existencia y su muerte. Si, las muertas de Juárez son importantes pero no son algo que este en mi cabeza durante el día. Es cierto el narcotráfico y la falta de una solución que en realidad funcione es algo para preocuparse, pero no es algo con lo que yo vivo todos los días. La crisis económica, la caída de los grandes bancos del mundo, los cambios geo-políticos me afectan, si, pero ninguno me tira al suelo como tener el corazón roto.

No, no tengo el corazón roto. No más de lo normal por lo menos. Pero si tengo dudas y me pregunto cosas sobre el sexo opuesto. Como mujer joven de 31 años, después de varios de esos años saliendo con hombres, sigo sin entender nada. O tal vez el problema está en los hombres que elijo para salir. No estoy segura de ello. Lo único que sé en este momento es que en verdad no sé nada.

Pienso que el mayor problema entre hombres y mujeres es la falta de comunicación: nunca decimos nada. Cuando por fin hablamos en realidad lo que hacemos es gritar, gritar todo aquello que tenemos callado en el fondo. Si hablaramos más tal vez sería más fácil hacer cosas juntos. Tal vez.