domingo, 24 de abril de 2011

Incondicional

Hace tiempo, gracias a la persona equivocada aprendí la lección correcta.
Hace tiempo aprendí a amar incondicionalmente. ¿Qué significa esto? Pues querer, amar, al otro como es. No más guapo, ni más delgado. No con mejor humor, o sin manías. Tal como es. Incluir en ese afecto todos los elementos del otro y quererlo así, con defectos y virtudes. No es algo sencillo. En realidad creo que es lo más difícil que podemos hacer los seres humanos. Es en verdad un súper poder. Amar a alguien en su ser absoluto.
¿les ha sucedido conocer a alguien casi perfecto? el asunto es que nadie es perfecto. Nadie. Ni Brad Pitt. Estoy casi segura de que le deben oler los pies, ha de dejar la tapa del baño levantada y en las mañanas ha de parecer shar-pei. A lo que voy, tan inarticuladamente como me es posible a las 12:51 de la mañana del 24 de abril del presente año, es  que estamos acostumbrados a pensar que el otro debe ser perfecto para ser amado. ¡Qué difícil es querer a alguien cuando vemos sus defecto!
Me refiero a la pareja, si. Pero también me refiero a los padres, a los hijos, a los hermanos, a los amigos.  Yo he ido aprendiendo poco a poco. Como dije al principio, gracias a una persona equivocada (es decir que no  merecía ser querido por mi, de ninguna manera) aprendí que podía amar así. Me es difícil. Siempre veo el potencial del otro y me gusta pensar que si eso es lo que puede hacer, eso es lo que quiero. Pero he aprendido que a veces el potencial y la realidad son dos cosas muy diferentes. A veces todo lo positivo de alguien está escondido detrás de una barrera de contención tan grande que es difícil ver a través de ella. Hay que asomarse, tomarse el tiempo de ver detrás y descubrir si lo gris es en toda la persona o si detrás de eso existe un jardín secreto, repleto de belleza.
Lo aprendí con mis padres, que no son perfectos. Nunca lo han sido. Han cometido muchos errores, como personas, como padres. Pero son mis padres y los amo por lo que son. Amo a mi padre a pesar del abandono, de su humor mercurial y de sus decisiones. Amo a mi madre a pesar de su OCD, de su adicción al trabajo y de su negatividad perenne. Los amo con todo y eso. Si no tuvieran eso, no serían mis padres y yo no sería el ser que soy.

Amar así, de manera incondicional sin esperar que el otro sea diferente es por decir lo menos, difícil. Siempre existe esa voz interna que dice: si fuera más cariñoso, o menos molesto, más serio o menos optimista. Creo que las personas que viven felices y amándose por más tiempo son aquellas que se aceptan como son y ser sorprenden ante lo grandioso del otro, aceptan lo menos llamativo y aman hasta los momentos más vergonzosos. Yo amo así. Quien me ame a mi tendrá que amar mi desorden mental y físico, mi incapacidad para lavar los trastes, mi humor cambiante, mis hormonas que atacan sin piedad una vez al mes, mi fortaleza y mi libertad. Tendrá que aceptar mis obsesiones por el color y por la música. Y, aunque no lea, aprendera a vivir con mi amor por los libros y mi capacidad para leer más de un volúmen a la vez. Se aguantará la pena cuando me de por bailar a mitad de la calle y sabrá perdonar mi pésima voz para cantar. No implica que no se molestará conmigo por que soy despistada, o por que olvido la tarjeta y pierdo los lentes. Implica que a pesar de molestarse por eso querrá estar conmigo y ayudarme a buscar debajo de los muebles.

Por cierto, feliz día internacional del libro.