miércoles, 12 de septiembre de 2012

Recuerdo cuando soñaba

Recuerdo la época en la que soñaba.

Cuando mis sueños y mis ideas sobre el futuro eran claros y precisos. Terminaría la carrera, iría a Europa a estudiar un doctorado, trabajaría en museos y galerías, me enamoraría de un hombre que me amaría sin medida, tendría tres hijos y un perro. Usaría vestidos elegantes y tacones altos, para diferenciarme de la chica universitaria de jeans y tenis. Traería el cabello largo, y estaría delgada pero no demasiado. Tendría una hermosa casa con jardín y una enorme cocina con todos los elementos necesarios para hacer un festín para la familia y los amigos. Soñaba que sería curadora de exposiciones, restauradora de grandes obras de arte, investigadora de temas importantes de la historia del arte. Trabajaría en lugares como el Louvre, la Tate Gallery y el MOMA. Mis servicios serían disputados por todas las grandes galerías del mundo. Viajaría a Nueva York y Londres cada semana. Me casaría con un muy bonito vestido blanco pero no por la iglesia, sino como en las películas gringas: en un jardín y con un juez de paz o un ministro. Mi futuro sería brillante, iluminado. Escribiría muy importantes libros que serían un súper exito de publicación y me volvería modestamente famosa (o no tan modestamente a según el sueño).

No hace mucho de esto. Todavía hace unos dos o tres años pensaba que eran una posibilidad. Creía, con todo mi corazón y la fuerza de una imaginación cuasi infantil, que todo era posible.
Hoy no estoy tan segura.

O mejor dicho, hoy estoy en el proceso de cambiar mis sueños y empiezo a cuestionarme ¿Realmente quiero todo eso? ¿Qué de todo eso quiero en mi vida y qué puede pasar a la sección de sueños guajiros?

Viajar, eso sigo queriendo hacerlo. Estudiar más, obtener el título de licenciatura y después uno de maestría y uno de doctorado. Trabajar en algo que tenga que ver con el arte, seguro. Sigo usando jeans y los tacones y yo tenemos una relación extraña de amor-odio que espero, algún día, volver más cordial. Sigo queriendo tener hijos y honestamente, yo si me quiero casar, aunque lo del vestido blanco y demás ñoñeces podría obviarlo. Quiero enamorarme de nuevo, de esa manera de la que hablan algunas personas, para siempre ¿saben? Enamorarme de alguien que me haga mejor persona y a quien yo haga mejor persona. Quiero escribir un libro, o dos o tres. Por lo menos terminar los que tengo en el tintero, ya con eso me conformo.

Todo lo otro, lo bonito, lo elegante, lo iluminado y brillante, creo que ya no me interesa. Me gusta el caos que conlleva vivir en el mundo. Tiene un encanto que lo otro no tiene. Ahora, más que sueños son una especie de planes a futuro. Es diferente como los veo y también las ganas que tengo de que sucedan. Ahora el asunto no es de cómo van a ser sino de qué voy a hacer para que pasen.

lunes, 2 de julio de 2012

Elecciones, parte 2

Este domingo serán las elecciones y mi país, o por lo  menos un 60% del mismo, elegirá a quien considera la mejor opción para su futuro. Nuestro futuro.

....

Hace tres días empecé esta entrada con la frase que pueden leer arriba. El viernes no pude concluir lo que quería escribir y hoy, pasadas las elecciones, me doy cuenta de que eso no ha perdido valor. Es verdad que hoy muchos mexicanos, poco más de 15 millones de los casi 48 que votamos, amanecimos con una sensación extraña: se eligió al candidato comodo. No es de derecha, no en el sentido absoluto como el partido que salió del poder con la cola entre las patas. Mucho menos es de izquierda, postura que parece peligrosa en estos tiempos. Es comodo. Fácil. Digo el tipo es guapo, agradable, inculto y popular. Es un candidato de los medios, construido desde las pantallas de televisión.

¿Qué pasará con México ahora?

Esta pregunta me la encontre en el facebook y en twitter, escrita en diferentes modalidades y mi respuesta es: nada. Cambiaran algunas cosas, seguro. Habrá movimientos políticos y talvez algunos de estos impacten a la población que no forma parte de la élite. Pero con México no pasara nada a menos que los mexicanos hagamos algo. Mientras nos quedemos derrotados pensando en lo que pudo ser, mientras permitamos  que la corrupción marque la pauta del día y mientras nos sigamos quejando de lo que otros no hacen. Cuando recordemos que el mundo mejor se construye en el día a día, ese día podremos hablar de cambio. Hasta entonces no pasará nada.
No hablo de utopías sino de realidades. Nos quejamos amargamente del fraude intentando meternos en la fila para ganar uno o dos lugares. Permitimos que la prepotencia tenga mayor poder que el trabajo y premiamos el nepotismo sobre el esfuerzo real. El día que como país dejemos de actuar bajo el precepto de "primero yo", ese día podremos avanzar, sin importar quien sea  nuestro gobernante. Cuando podamos ser tolerantes con el otro y dejar de insultar a quien piensa distinto, ese día podremos llegar a algún lado. Antes no. Porque continuar actuando de la misma forma nos quita la posibilidad de cambio.

Hablando de eso con una amiga esta mañana me decía "Debiera ser nuestra tarea averiguar de que manera podemos poner al gobierno a nuestro servicio". ¡Es cierto! Olvidamos que nosotros contratamos a los gobernantes y consideramos que ellos debieran decirnos que hacer. Como alguien que es empleada les puedo decir: mi jefe no me pregunta cuales son sus obligaciones, él es quien me dice lo que me toca. Algo que el movimiento estudiantil 132 dejó de lección es la denuncia ciudadana: si nosotros, como ciudadanos no denunciamos, las cosas van a seguir igual. Talvez no nos hagan caso la primera vez, o la segunda. Pero, como gotas de agua que golpean una roca, tarde o temprano lograremos erosionarla y cambiar su forma. Entre todos, todo el tiempo y de la mejor manera.

Para terminar quiero contarles algo sobre mi experiencia el día de ayer como funcionaria de casilla. No fue una experiencia divertida, pero fue una buena experiencia. Tengo un gran respeto por todos mis compañeros que decidieron (decidimos) aceptar esta responsabilidad: recibir, cuidar y contar los votos de los vecinos. Gente que no recibe un sueldo (ni los 1,500 pesos que les pagaron los partidos a sus enviados), que trabaja en su día de descanso bajo el sol, la lluvia y el frío. Es una experiencia interesante, que espero no tener que repetir en seis años, ni en doce.
Todo esto lo digo porque ayer me molestaba la actitud de los votantes contra los funcionarios, como si fuera nuestra obligación cumplir con sus peticiones. Imposible era explicarles que ninguno de nosotros estamos contratados por el IFE y que mucho menos teníamos algún interés extra para detener las votaciones cuando la lluvia nos obligó a hacerlo.

-----------------

Va desde este humilde y pequeño blog, un aplauso a todos los mexicanos que ayer, a pesar de la lluvia y del frío, cumplieron con su derecho (deber) de votar, por quien fuera, pero lo hicieron. Lo hicimos. Ojalá en un futuro pueda felicitar a mi país por aceptar un gobierno diferente, de izquierda.



lunes, 4 de junio de 2012

El año de Tezcatlipoca

Tezcatlipoca era el dios de la dualidad, de lo blanco y lo negro. Se encargaba de dar y quitar. El otro día un amigo mío dijo que este año había sido el "año de Tezcatlipoca" porque había sido el tipo de año en el que la vida te da cosas y te las quita casi al mismo tiempo.
Este año aprendí mucho de mi y de otros, crecí, me enamore, conocí gente nueva, cerré ciclos, termine cosas. También murió gente muy querida por mi, me rompieron el corazón, perdí amistades, deshice pactos, rompí promesas, incumplí cosas. No ha sido un mal año. Tampoco fue uno bueno. No especialmente. Hay años marcados por la desgracia, por los logros, por las alegrías o por las tristezas. Este año hubo de todo.
Al observar a mi alrededor no hay esa sensación de "por fin termino el año", ni de "que buen año". La sensación general es de, no se como llamarlo, una especie de insatisfacción o frustración general: algo falto o no fue suficiente.
No me quejo, mi vida esta bastante bien. Tengo un buen trabajo, amigos que me quieren y con quienes cuento en las buenas y en las malas, familia pequeña pero amorosa. He aprendido a amarme por encima de todas las cosas, a querer quien soy y lo que soy. Aprendí que se requiere más valor para volver a amar que para encerrarse en uno mismo. Me duele el espacio que dejó mi abuelita pero agradezco haber estado con ella. También doy gracias por la lección de humildad ante la muerte y por las personas que han cruzado mi camino. Toda experiencia es aprendizaje. Todos los días aprendí algo nuevo.
Así que aquí estoy, diciéndole adiós a este año tan complejo. Fue un año agridulce y no a mucha gente le gusta ese sabor. Quiero ser agradecida por lo que aprendí, por lo recibido y por lo perdido. Este año quite mucho peso muerto de mi nave con la esperanza de navegar libremente el año que viene. Ese es mi único propósito para este nuevo año: navegar, soltar amarras y viajar hasta el fin del mundo.
Feliz fin de año y que el siguiente sea, como decían los mayas (realmente) un fin y un principio de todo y para todo.

Elecciones parte 1

El día de ayer cumplí con mi curso para ser secretario de casilla en las próximas elecciones federales, a celebrarse el 1o de julio. Este año será la tercera vez en mi vida que voto por presidente de la nación mexicana. Ayer, mientras estaba en mi curso, recordé que hace 12 años, con 18 recién cumplidos, fue la primera vez que pude votar.
Hace 12 años fueron unas elecciones históricas para mi país. Después de 70 años en el poder, el partido de estado tenía la seria posibilidad de perder la presidencia ante un partido de oposición. Recuerdo la expresión "voto útil" que en su momento llevó a muchos mexicanos a utilizar su oportunidad de elección, no para decidir quien sería nuestro gobernante, sino para sacar al partido que había gobernado al país durante tantos años.
Honestamente, hoy puedo decir que en ese momento mi voto fue para Cuauhtemoc Cárdenas, candidato de la izquierda mexicana y quien me parecía la mejor opción. Pero el resto del país pensó diferente y por una apabullante mayoría ganó Vicente Fox, candidato de la ultra derecha mexicana. Se logró el cambio, aunque no estoy segura de que fuera el cambio que todos esperaban y mucho menos el que mejor beneficiara al país.
Durante los siguientes seis años la figura del presidente se convirtió en un chiste constante. Todo él era gracioso y frases como "Y yo ¿por qué?", "cállate chachalaca" o "cenas y te vas" se convirtieron en parte del vocabulario popular. Ese fue un cambio. También creció la desigualdad entre ricos y pobres, la influencia del narcotráfico y la economía irregular. La corrupción, que suponíamos parte del otro partido resultó parte de todos los partidos políticos con la diferencia de que a estos les faltaba práctica y eran demasiado obvios en sus acciones ilegales. Definitivamente, no fue el mejor cambio.
En ese entonces yo estaba en la carrera y recuerdo a una maestra que aceptaba haber votado por el presidente porque esperaba una "transición democrática" que de verdad llevara al país a una mejor situación económica y social. El desencanto empezó a poblar las calles y las discusiones de política se convirtieron en una retahíla de "si hubieramos". Por lo tanto, cuando en las siguientes elecciones se levantó Andrés Manuel López Obrador como candidato de la izquierda, parecía la promesa de algo diferente, ahora sí.
Para quienes viven en México no es una novedad que esas elecciones las ganó por una ínfima mayoría el mismo partido que seis años antes, bajo la sombra de un muy posible fraude. El nuevo presidente, Felipe Calderón, se ha hecho fama de alcohólico, cruel, sangriento y francamente estúpido. No es gracioso y su guerra contra el narcotráfico a convertido a gran parte del país en territorio de una guerra civil.
Así llegamos al 2012, a las nuevas elecciones y a nuevas posibilidades. También el país se abre a cuestiones más profundas como ¿Es posible el cambio? ¿Qué se necesita hacer para lograr un verdadero cambio en el país? y lo más importante ¿Una persona es en realidad capaz de hacerlo o es una tarea que nos compete a todos?

martes, 29 de mayo de 2012

Chicas en bicicleta

Seguro las han visto. En mi ciudad son muchas, últimamente. Desde que andar en bicicleta se puso de moda, junto con ser vegetariano/orgánico y usar gafas.
Son especiales. No hablo de cualquier chica que se sube a una bicicleta, no. Hablo de esas que son finas y delicadas, que se suben a la bici usando falda y sandalias, o shorts y botines. Traen algún bolso cruzado en el pecho, probablemente hecho por algún artesano/amigo. Son vegetarianas o por lo menos lo intentan. Discuten de política, y se consideran de la izquierda revolucionaria aunque no entienden muy bien lo que una revolución significa y sus zapatos cuestan lo que algunos obreros ganan en una semana o más. Todas ellas me impresionan y debo admitir que las admiro. Admiro su capacidad para moverse por las calles como si nada las incomodara, su apariencia de ninfas salidas del asfalto.
Me imagino que para una chica en bicicleta enamorarse es cosa fácil, pero sobre todo lo es que se enamoren de ella. En mi mente, que en una de esas la realidad es bien diferente y no se trata aquí de golpear susceptibilidades, una chica así es el sueño de muchos hombres. Les permite sentirse protectores, provedores y seguir con la ilusión de que son muy modernos y progresistas.  Son bonitas, y por lo tanto, presentables.
Yo no soy una de ellas. No se andar en bicicleta y aunque a veces digo que quisiera aprender, honestamente, no creo que lo haga algún día. Muy probablemente me seguiré moviendo sobre mis dos pies, con mis audífonos puestos, tratando de sobrevivir a los automovilistas y a otros transeúntes. Me muevo con la pesadez de los pasos andados y, según el ánimo o la necesidad, camino lento o despacio. Mis zapatos se desgastan de las suelas y caminar en chanclas nunca ha sido comodo, ni en la playa. Casi no uso faldas y no tengo ningún short en mi closet. Creo que tengo unas horribles bermudas que una vez me regaló mi mamá y que sospecho en realidad es un traje de baño para hombre. E incluso eso, probablemente, ya terminó sus días en casa de alguien más como parte de mi limpieza de fin de año.
Soy una mujer fuerte, física y emocionalmente. No recuerdo que el adjetivo "delicada" haya sido utilizada junto a mi nombre alguna vez. Talvez alguna vez, algún idiota poco observador considero llamarme "frágil" hasta que entendió que lo único que tengo frágil es el corazón y ese ya se recupera rápido. Tampoco creo que alguien podría llamarme fina... podría ser descrita como "terrenal" (todavía nadie me llama así pero se acepta como opción a futuro). Tengo curvas para matar a alguien si fuera carretera. No soy vegetariana, aunque si me como las verduras, incluido el brocoli y el betabel (que no sé porque no le gustan a la gente). Como carne y pastas y arroz y pan y pescado. Y honestamente no me fijo si la gallina que dejaron sin huevos esta alimentada con que o vive como.

No, no soy una chica en bicicleta. Soy una chica que camina.

lunes, 14 de mayo de 2012

La escritura o la vida.
La escritura como vida.

Me siento cansada últimamente. Cansada de todo. Lo sé, hay ese momento en la vida, cuando el cansancio te alcanza y te cobra las deudas. Cuando tu cuerpo daría lo que fuera por quedarse en cama muchas horas recuperando el sueño perdido. Así me siento ahora, no sólo  hoy, sino en estos últimos días.
Estoy tan cansada que la parte de mi que menos me gusta se levanta conmigo en las mañanas. Es difícil dejarla en casa y a veces me acompaña durante el día. Es una de mis tantas voces interiores, la más destructiva tal vez y la más difícil de abandonar. Se llama igual que yo, tiene el mismo color de cabello, los mismos ojos, el mismo cuerpo. Pero sus pensamientos son tan negros y obscuros que dan miedo. Cuando se ve al espejo, cuando me ve al espejo, no tiene una sola palabra amable y su amargura es palpable. No creo ser la única mujer que tiene esta personalidad alterna, tal vez soy de las pocas que la reconoce como parte de su ser y de su vida. Lo que nadie sabe de mi es que por temporadas, ella ha tomado las riendas y me ha sido muy difícil recuperarlas. A veces, y hoy es una de esas veces, se levanta conmigo, se despierta conmigo, se baña conmigo y cuando menos me doy cuenta viaja conmigo al trabajo y a mi vida diaria.
Ella es la voz en mi cabeza que dice "Eso no te queda" o "Te vez muy mal con esa ropa" o "Sólo a ti se te ocurre usar ese color". Y esas son las más tranquilas y amables, pero cuando anda filosa, y últimamente trae el filo de una espada nueva, dice cosas como "Claro que nada va a pasar ¿cómo piensas que él se va a fijar en ti?", "seguro la elije a ella, es mucho más bonita-guapa-inteligente-delgada-agradable-madura que tú" y la mejor "¿Quién te dijo que te mereces ser amada? Tú no tienes a nadie y nadie quiere contar contigo para nada".

Quien dijo que las palabras son más hirientes que las armas tenía la boca repleta de razón. Y las peores son aquellas que uno  se dice a sí mismo.


Esta es mi lucha, mi guerra diaria. A veces la gano y durante días y semanas soy dueña de mis pensamientos y acciones. Pero siempre hay ese instante en el que cierta tristeza, desencanto incluso me gana y me tira por minutos, horas, días e incluso semanas. La lucha contra los pensamientos negativos es constante y me queda claro que esta perdida si bajo la guardia y los dejo tomar el control.

viernes, 23 de marzo de 2012

Silencio

Hace mucho que no escribo aquí.
Y siempre que retomo esta idea digo lo mismo.
Mi imaginación no es lo mejor en estos últimos días. Tal vez tenga que ver con las horas de trabajo continúo o con el sueño que a penas logro tener durante las noches. A lo mejor una combinación nada atractiva de todo eso y más. No lo sé.
Algo que si he hecho en los últimos meses ha sido escribir: poemas, cuentos, incluso empecé de nuevo una novela (otra). Tengo tantas ideas en mi cabeza que dudo si la vida me alcanzará para la mitad de ellas. Por el otro lado mi corazón parece fuente inagotable de material: escribo y escribo por el puro placer de escribir. Para alejar a los fantasmas que me buscan en las noches de insomnio y para mantener a raya a los espíritus que hablan conmigo en mis sueños. Siempre he pensado que hablar con alguien en sueños es una manera de hacer lo que despiertos no haríamos nunca. El sueño es el tiempo en el que nuestros espíritus se liberan de las trampas del cuerpo y se reunen a vivir fuera de lo material.
Voy a compartir dos poemas que escribí hace poco, sólo por moverme un poco y por llenar este espacio. Bueno ocupar este espacio:

I
Tu eres lo que persigue mis noches
Tu te convertiste en mi fantasía 
En el sueño y la pesadilla.
Lo que podría ser y lo que es
Son dos historias tan distintas.
Mi realidad es que no existes,
Pues lo que conocí era fachada.
El interior es un misterio 
Algo todavía no construido.
Yo le di techo, paredes y puertas
Lo decoré y cuando vi
Todo era sombra, niebla, nada.
Aun así te apareces en mi cama,
Tomas la forma de mis sábanas
Y te apropias de mi almohada
Para decirme dormida
Lo que al despertar desaparece.


II
Necesito mis alas listas
Para llevarme a lo más alto
Lo más lejos posible y así 
Olvidar que algún día creí 
En la posibilidad de ser
Tu compañera en este viaje. 
Quiero poner tierra y mar 
Entre nosotros, distancia 
Más certera que todo el silencio
Gritando en mi oído.
Dejar de sentir tu presencia,
Poder caminar entera 
Sin dejar pedazos de mi piel
Regados en las aceras
Cada vez que te siento cerca,
Cada vez que te sé lejos.

Feliz fin de semana. Feliz regreso a la vida. Feliz vida. Me quedo con una pregunta al aire para que nadie, nada, la conteste:
¿Cómo se vuelve a amar? ¿Cómo nos protegemos si no somos correspondidos? ¿Cómo saber si se es correspondido?
Bueno, fue más de una.