martes, 13 de septiembre de 2011

Mean Girls

A veces me impresiona como la vida diaria se asemeja a las películas. Y no me refiero a ese cine hiperrealista que, por medio de imágenes intenta mostrar la realidad. Me refiero a como por momentos parecería que vivimos en una de esas comedias románticas gringas en las que suceden las cosas más absurdas. Me pregunto si es una de esas cosas en las que el arte imita a la vida o si en realidad hemos visto repetidas esas historias tantas veces que las convertimos en parte del inconsciente colectivo.
Una de esas historia es la de las "Mean Girls" o los "Cliques". Grupos de mujeres que se mueven como manada y que de vez en cuando aceptan a alguien de "afuera" para que se integre. Son representadas como mujeres que se sienten dueñas del lugar y maltratan a aquellos que consideran "inferiores". Es un cliché que se repite a lo largo de la vida: en la escuela, en la universidad, en el trabajo. Digo de mujeres porque son con los que más me he topado, pero también se de grupos así de hombres o incluso mixtos.

Todo esto viene al caso porque en mi trabajo hay un grupo así y durante un tiempo yo formé parte de dicho grupo. Desde el otro día no dejo de pensar en eso, tal vez porque me di cuenta de que no sólo ya no soy bienvenida en el grupo, ni incluida en sus actividades, sino que esto  no me causa pena y hasta lo agradezco. Así me quedé pensando en qué razones tuve para estar con ellas y cuáles para alejarme.
Pero empezaré esta historia por el principio: hace poco más de un año, cuando entre a trabajar donde ahora estoy. Es un lugar donde trabajan amigos que conozco desde hace unos años, además de una chica que fue mi compañera en la carrera. Cuando fue mi primer día la bienvenida general fue amable y cordial, pero ese día me encontré saliendo a comer sola. La verdad no me quejo, fue interesante y no me sentía con la seguridad de empezar a convivir, incluso con los viejos amigos. Al segundo día, la chica que fue mi compañera en la universidad se me acerco y me ofreció ir a comer con ella y su grupo de amigas. Ahí empezó todo.
Diario iba a comer con ellas, empezamos a organizarnos para los cumpleaños y para algunas salidas a tomar un trago o a bailar. Durante ese tiempo yo no estaba en mi mejor momento, más bien estaba en el fondo: había subido 30 kilos de peso, no quería salir a ningún lado ni ver a nadie y mi relación con la comida no era la más saludable. Pero también en esos meses, gracias a la terapia, me di cuenta de algo: soy comedora compulsiva (creo que es la primera vez que lo escribo así, sin más).

Del grupo de "amigas" dos tenían sobre peso y dos estaban delgadas, pero todas tenían una cierta obsesión con la comida y el peso. Había encontrado el nicho perfecto para mis inseguridades y mis miedos. La mitad de nuestras pláticas iban alrededor del peso, de la comida, de las dietas. Ahora que lo pienso, era increíble la cantidad de tiempo que nos quitaban esas pláticas. Además me sentía con la libertad de comer lo que fuera, igual no importaba, todas hacíamos lo mismo.
No sé decir cuál fue el momento exacto en el que me empecé a alejar. Fueron una conjunción de elementos que me movieron a otro lado y a otros intereses. Fue tal vez que me empecé a llevar con otras personas que a ellas no les agradaban. O que decidí tomar mi salud y mi vida en mis manos y empezar a cuidarme: traer comida hecha en casa, dejar de comer ciertas cosas, dejar de ir a reuniones o a comer fuera. O que me dejo de gustar la manera en que hablaban de los demás a sus espaldas y se me hacían molestas las bromas o burlas. Ya no quería portarme como si tuviera quince años, quería ser un adulto e integrar a más personas en mi vida. Quería cuidarme y ver por mi, no dejarme ni empezar a tomar una pastilla "milagrosa" que iba a cambiar mi vida.
Así me fui alejando.

No fue una decisión consciente, por lo menos no al principio. Pero después de un tiempo me cansé de intentar integrar esas dos partes de mi vida. En especial porque me fui dando cuenta de que yo no pertenecía a uno de esos lados. Siempre he sido una inadaptada social, me tardo en hacer amigos (aunque eso sí, los que hago son para toda la vida) y no le ando contando mis intimidades a cualquiera. Pertenecer a un grupo en el cual el ser íntimo perdía sentido y requería ser mostrado, e incluso prestado para burlas, insinuaciones y demás sutilezas se convirtió en algo poco atractivo y nada agradable.
Quien diga que las "Mean Girls" sólo son una mala película con Lindsay Lohan no tiene idea de nada. Existen y por alguna razón no se quedaron en la preparatoria.

1 comentario:

  1. Hola Sofía, gracias por la invitación. Prometo darme una vuelta por tu blog. Saludos!

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