jueves, 25 de julio de 2013

When I grow up...

Cuando crezca. Cuando sea grande.

Crecer, madurar, ser adulto ¿qué implica? Llegar a la vida adulta y aceptar sus ventajas y desventajas no es sencillo. Cuando se es adolescente la vida adulta parece un premio, significa llegar al punto en la vida en el que se tiene dinero, amigos, zapatos que uno elige y fiestas por montón. No hay nadie que controle la hora de llegada ni castigue por no limpiar la casa. Pero en esa fantasia no se toman en cuenta todas las otras cosas: pagar impuestos, tener una casa, casarse, tener hijos, no casarse y no tener hijos, trabajar 8 horas diarias, comer en cajitas de plástico o comida en la calle, no tener tiempo para ver a los amigos y cuando hay tiempo el cansancio es mayor que cualquier intención de fiesta.

¿Qué significa entonces ser adulto? A veces creo que ni los mismos adultos, aquellos que llevan años siéndolo, lo saben exactamente. Ves gente mayor de 50 años comportándose como adolescentes y adolescentes cuidando a sus padres o hermanos. Así que la edad no debe tener mucho que ver en el asunto. Pienso que se relaciona con ser responsable de uno mismo y de otros. También con tomar decisiones, decisiones importantes, no sólo saber qué se va a cenar. Decisiones como si se compra una casa, si te casas o no, si tienes un hijo o no, si trabajas, de qué y en donde.

¿Soy un adulto? Honestamente, a veces. Pero la realidad, mi realidad es que la mayoría de las veces no tengo la más mínima idea de como hacer las cosas. Es cierto que la vida me ha puesto en situaciones en las que he tenido que tomar decisiones importantes, pero a veces me pregunto si la decisión que tomé era la correcta o sólo me deje guiar hacía ella. Admito que mi impulsividad y mi instinto muchas veces han tomado las riendas de mis acciones y los resultados no siempre han sido los mejores; incluso, muchas veces, he tardado más tiempo recogiendo el tiradero que dejaron en mi vida después de hacer destrozos. Sin embargo, me hago responsable de mi, de mi salud y de mi vida, trabajo, me alimento, me cuido lo mejor que puedo. Y desde hace un tiempo soy responsable de otra vida: un pequeño (ya no tanto) gato. Si lo sé, un gato no es lo mismo que un hijo, pero me ha obligado a ver la vida desde otro punto de vista. Sé estar sola, conmigo, y mi compañía es una que disfruto inmensamente.

También cometo errores. Muchos. Por momentos me pregunto si he aprendido algo de los errores pasados, si algo de sabiduría milenaria se me pegó después de tanto trancazo. Pienso que si. Algo he aprendido. Talvez no mucho o no tanto como quisiera. A veces sospecho que soy mi peor consejera. Tal vez, cuando crezca, sepa utilizar lo aprendido a mi favor y deje de darme tantos trancazos en el dedo chiquito del pie.



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