domingo, 30 de enero de 2011

Boda

Hoy tengo el ánimo ridiculamente feliz. La razón es sencilla y compleja al mismo tiempo: ayer mi mejor amiga, mi hermana de azúcar, mi compañera de aventuras, se casó por el civil con su Mostro (conste que el título se lo pusieron ellos yo nomás lo repito). Ayer fui a una boda, la boda. Fui una de las testigos, que casi no llego por que la boda era en casa de la tiznada y un poco más allá. Puse mi humilde y cariñosa firmita para afirmar que esa persona que se estaba casando si es quien dice ser y si tiene las intenciones que dice tener. Después de vivir juntos dos años y medio más le valía si tenerlas.

Lo cierto es que fue una noche feliz. Vi a una de las personas que más amo convertirse por completo en un adulto. Eso no significa en una persona aburrida y callada (si eso pasa verán pingüinos en el infierno)... es algo menos fácil de describir y más importante. Cierta seguridad en su forma de llevar a cabo el todo. Tenía anoche, además de un look de 1920 bastante agradable, un halo de felicidad que cualquiera de nosotros pobres mortales que la acompañabamos quisieramos en un día de fiesta. Y se lo merece. Es uno de los mejores seres humanos que me he encontrado en la vida y tengo el orgullo de decirme su hermana aunque nuestros padres y madres sean personas distintas. Hemos compartido lo bueno y lo malo. Hemos llorado en nuestros hombros y nos hemos abrazado con todo el corazón. Así que ayer, después de firmar lloré un poco porque la ví crecer ante mis ojos y convertirse en aquello que ella juraba nunca sería: una señora.

Hoy amanecí con un terrible dolor de pies (eso pasa cuando una baila usando tacones de 11cm de altura) y con la sensación de que había sido testigo (literal y figurado) de un momento mágico. Nunca en mis 29 años de vida había sentido eso al asistir a una boda. Para mi las bodas solían ser una de esas cosas demasiado empalagosas, repletas de merengue y flores, que las personas hacían para convencerse de que ahí era donde querían estar y que esa era la persona con quien deseaban compartir su vida. Algunas lo han logrado, hasta ahora. Pero he visto tantas otras separadas y lejanas, que la duda me corroía respecto a la legitimidad del asunto. Y aquí estoy jurando que casarse no es mala idea si se hace bajo las propias reglas, con la convicción de que eso es y se esta donde se quiere estar y si a nadie más le gusta pues pueden ir a joder a otro lado.

Tenía que escribir al respecto. Porque necesito decirlo en voz alta: hoy amanecí con la sensación de que el mundo todavía tiene sorpresas a pesar del wi-fi, de los iphones, del twitter y el feisbuk. Todavía puede uno encontrar a su alma gemela y crecer juntos. Todavía te puedes enamorar sin medida y ser correspondido. Todavía puedes cambiar tu vida y convertirte en alguien inesperado. Todavía hay tantas opciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario