Te escribo aquí porque sé que no lo leeras pero necesito escribirte como si en ello se me fuera la vida. Necesito decir las cosas que me callo, las que guardo en mi garganta y que después me la cierran dejándome en silencio.
No sé qué sucedió. En verdad que no. Sé que compartimos un instante de comunión. Fue agradable y despertó en mi sensaciones y pensamientos que tenía olvidados. Me ayudaste a recordar que dentro de mi hay alguien vivo, una mujer capaz de sentir pasión, deseo... ¿amor? No, no todavía. Para ese momento lo más que podría decir que sentía era cariño y no me diste oportunidad de sentir más de eso. Me cerraste la puerta en las narices y me dejaste esperando por la promesa de algo más. Trate de darte espacio, de entender y me quedé callada. Tal vez ese fue mi error, el silencio, como si no fuera importante que de un día al otro cambiaras de actitud conmigo y en un momento me encontrara ante la nada y sin respuestas.
Admito que no supe qué preguntarte ni cómo hacerlo. Las preguntas que se me ocurrían iban por la línea de ¿Por qué cambiaste de opinión? ¿Cambiaste de opinión? ¿Hice algo que te molestara o te diste cuenta de momento que yo no era la persona "correcta"? ¿Por qué no te quedaste callado y dejaste las cosas como estaban? ¿Para qué abrir algo si después lo vas a dejar con la puerta entreabierta?... Así por el estilo y sin embargo no me atreví a preguntar cuando pude. Sospecho que ahora ya es muy tarde. Muy, muy tarde.
Entre más le doy vueltas en mi cabeza (y sí, le doy muchas vueltas a las cosas) más me digo que no hice nada mal, que fui lo más correcta posible y que traté de jugar el juego según las reglas. Después me doy cuenta de que en realidad yo estaba jugando sin saber las reglas, así es muy posible que halla cometido una falta sin darme cuenta. No importa. He seguido siendo igual contigo, a pesar de todo. He seguido estando ahí y he tratado de no cambiar mi comportamiento. Tu has cambiado y lo sé. Tu has dejado de ser amable y afectuoso. Tu has cambiado el tono y los pasos del baile. Yo me dejo guiar porque, honestamente, no sé que diablos está sucediendo.
Supongo que todo esto es para decir que el peor error que cometí fue no hablar, no decir nada y no preguntar. Ahora se quedaran los residuos de mis dudas por ahí hasta que llegue alguien más y yo pueda olvidar que alguna vez tuve ganas de preguntarte algo. Hay una parte de mi mente que sospecha que tu insistencia en omitir el episodio y al mismo tiempo no cerrar las cosas de forma definitiva es una manera de dejar una puerta abierta, a lo mejor no una puerta, sólo una ventana, no lo sé. El asunto es, yo, en mi manera absoluta de ver el mundo, pienso en la puerta, y esta historia, como algo cerrado, con llave y cerrojo. Yo le pongo punto final a algo incompleto porque no tiene sentido dejarlo en suspenso. Si mis sospechas son ciertas y como lo dicta la experiencia habrá un segundo round que sea desde cero y habiendo aprendido algo.
Termino esta carta diciendo que te extraño. Extraño tus mensajes y tu mirada. Extraño tus besos hambrientos y tus manos que buscaban algo sin encontrarlo. Extraño platicar contigo como si fueramos amigos de toda la vida y como si pudiera contarte mis secretos más íntimos y personales. Ojalá tu sepas que sucedió y entiendas tus por qués. Yo sólo sé, como Sócrates, que no sé nada y por lo tanto todavía puedo aprender.
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